viernes, 20 de febrero de 2009

Dos articulos sobre el bicentenario de Charles Darwin


Darwin, doscientos años

Este 12 de febrero se cumplieron doscientos años del nacimiento de Charles Darwin.

Pablo Rieznik

Este 12 de febrero se cumplieron doscientos años del nacimiento de Charles Darwin. En noviembre próximo se celebrará el sesquicentenario de su obra clave: "El origen de las especies", publicado en 1859 y que inmediatamente tuvo un impacto enorme. El texto era corto y accesible, revelaba un abrumadora cantidad de pruebas de su novedoso postulado y se apoyaba en más tres décadas de incansable trabajo, que incluyó una suerte de vuelta al mundo de Darwin en el barco inglés Beagle entre los años 1831 y 1836, que incluyó una larga travesía por nuestro territorio.

Es difícil exagerar la importancia decisiva de la novedosa teoría del naturalista inglés, que según Marx revelaba la base "histórico natural" de su propia concepción materialista de la sociedad humana. Lo reiteró Engels cuando señaló: "Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza, y Marx la ley del desarrollo de la historia de la humanidad". Fue en ocasión de la oración fúnebre pronunciada cuando muriera el autor de "El Capital". El mismo Engels, en su clásico "Feuerbach y el fin la filosofía clásica alemana", incluyó el planteo de Darwin como un golpe definitivo a la concepción estática del universo que prevalecía hasta entonces como la cosmovisión dominante desde la antigüedad. Agregó entonces el descubrimiento de la célula como unidad básica de todo organismo vivo y el de la transformación de la energía como pilares de un nuevo paradigma sobre un mundo dinámico y en movimiento; es decir, histórico.

Ciencia laica

La grandeza de la teoría sobre el origen de las especies consiste en que estableció un principio explicativo extremadamente sencillo para comprender el desarrollo de la naturaleza viva mediante la selección natural, por medio de la cual las variaciones individuales de las poblaciones naturales aseguraban la reproducción y transformación de las especies. La evolución, entendida como la complejidad y diversidad creciente de los organismos vivos, se expresaba entonces sin el requisito de ninguna causa sobrenatural o celestial. En su lugar, el tiempo, el azar en las mutaciones de los integrantes de la especie y la necesidad de adaptación se integraban en el mecanismo de la selección que operaba la evolución en la naturaleza. Darwin tomó nota de que la evolución sólo podía manifestarse en un universo temporalmente muy extendido, incompatible con la versión teológica de su época sobre el origen cósmico en una época reciente, pocos miles de años atrás(1). En los tiempos del mundo real, de miles de millones de años, el "milagro" del desarrollo de la vida hacía innecesaria la intervención de un Creador.

Según Ernest Mayr, uno de los mayores darwinistas del siglo XX, fue Darwin quien más que ningún otro contribuyó a transformar radicalmente nuestra manera de entender el mundo: "La propuesta revolucionaria de Darwin fue reemplazar el mundo controlado de manera divina por uno estrictamente secular, gobernado por leyes naturales... al reemplazar la ciencia divina por la ciencia laica, Darwin revolucionó profundamente las ideas del siglo XIX"(2). El juicio puede sonar excesivo si se tiene en cuenta el ilustre antecedente copernicano con el cual Galileo en el siglo XVII demolió la doctrina geocéntrica convertida en dogma. Al recordar precisamente a Galileo y a Darwin, fue Freud quien comentó que cada revolución intelectual, al mismo tiempo que ampliaba el campo de la ciencia humana, degradaba las fantasías míticas, metafísicas o religiosas sobre el propio hombre. Con Galileo la Tierra había dejado de ser el centro del Universo, con Darwin el hombre había dejado de ser el centro de la vida. Alguien agregó más tarde que con Marx el individuo de nuestra especie había dejado de ser el centro de la historia humana y que con el propio psicoanalista austríaco hasta el hombre dejaba de ser el centro de sí mismo. Naturalmente el oscurantismo moderno colocó a todos ellos en el "index" de la Inquisición, vaticana y fundamentalista. ¡Todavía hoy en la Argentina "progresista" la Iglesia tiene el privilegio de envenenar la mente de los niños negando el status científico del darwinismo!

Darwinismo social

Uno de los equívocos más comunes sobre el legado darwinista consiste en confundir la teoría del naturalista inglés con el malthusianismo y una política fascistizante de control de la "lucha por la vida" en el cual sobrevivirán sólo los "mejores". Una variante desarrollada por Herbert Spencer y su justificación de un darwinismo social que explicaría la civilización explotadora del capital y la "guerra de todos contra todos". O el llamado "eugenismo" de Francis Galton, que los nazis utilizarían para amparar su "selección forzosa" en beneficio de la supuesta "raza aria". La selección natural, sin embargo, no opera por la vía de la supervivencia de los más fuertes sino de los mejor adaptados al medio; no por el enfrentamiento permanente de los organismos vivos sino, también, por la cooperación.

Cuando Darwin tomó prestado de Malthus el modelo de la progresión geométrica de la población (1,2,4, 8,16...) frente a la progresión aritmética de los recursos (1,2,3,4,5...) lo universaliza y aplica a la propia naturaleza, a las poblaciones de plantas y animales que constituyen , a su turno, los "recursos" de los que se vale la especie humana. Esto contraría totalmente la tesis de Malthus según la cual los vegetales y animales, en tanto que "recursos", no podrían sufrir más que un crecimiento aritmético "como una especie de ironía dialéctica que no escapa de ninguna manera a Marx..., Darwin hace así funcionar con justeza el modelo importado (de Malthus) en un campo que no es el suyo, para retirarle enseguida toda validez en su campo de origen: la sociedad humana, donde rechaza precisamente su aplicación en virtud de la propia teoría que ese modelo ha contribuido a construir". La conclusión es de Patrick Tort, director de la gran obra colectiva titulada "Diccionario del darwinismo y la evolución", publicada en la década pasada. El propio Darwin rechazó los principios del llamado darwinismo social en su obra "El origen del Hombre", escrita varios años después del referido a las especies.

Naturaleza y sociedad

La selección natural ha convertido a nuestra especie, descendiente de los monos, en un caso particular que se diferencia del resto de los animales por su capacidad de producir las condiciones materiales de su existencia y por su capacidad, inigualable en el reino animal, de un dominio creciente de la naturaleza como ser colectivo. La cooperación consciente, el reconocimiento del otro como semejante, la ayuda al más débil (que Darwin consideraba "la parte más noble de su naturaleza") es también una ventaja evolutiva. Pero "la ventaja ya no es de orden individual y biológico; se ha vuelto social" (3). En la sociedad humana no operan "naturalmente" las leyes del mundo no humano. El descubrimiento de las leyes contradictorias del desarrollo del hombre por medio de la lucha de clases y de sus fuerzas productivas en paralelo con los antagonismos sociales más extremos han sido puestas de relieve por el materialismo histórico. Son las que permiten anticipar un "reino de la libertad", apoyándose en el legado del pasado y con la eliminación de un sistema ahora anacrónico, históricamente agotado. La "especie" capitalista debe dar lugar a una nueva, eliminando la explotación del hombre por el hombre, la destrucción del mundo natural, su apropiación consciente y racional por un individuo social que emerge sobre el fundamento de sus orígenes naturales. Materialismo natural y materialismo histórico. Marx y Darwin fueron contemporáneos.
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(1) Este se desarrolla en "El mundo no empezó en el 4004 antes de Cristo - Marx, Darwin y la ciencia moderna".

(2) La cita es de una excelente nota de Mayr -"El mono que piensa"- publicada en Página/12, el 15 de abril de 2006.

(3) La cita es del artículo de Patrick Tort, "Darwin, eslabón perdido y encontrado del materialismo de Marx" en la revista "Asclepio" de Historia de la Medicina y la Ciencia, vol. LVI Nº 1 de 2004.

Segundo centenario: por qué es tan importante Darwin

¡Cuidado con el "darwinismo social"!

Charles Darwin tuvo una idea grandiosa, posiblemente la más potente de todos los tiempos. Y como todas las grandes ideas es seductoramente simple. Tan asombrosamente simple, tan deslumbrantemente obvia, que aun si otros que le precedieron merodearon en su torno, ninguno dio en buscarla en el lugar adecuado.

Richard Dawkins

Darwin tuvo muchas otras ideas (por ejemplo, su ingeniosa y en gran parte correcta teoría de la formación de los arrecifes de coral), pero es su gran idea de la selección natural, publicada en Sobre el origen de las especies, la que dio a la biología su principio-guía, una ley rectora que contribuye a dar sentido a todo lo demás. Entender su fría y maravillosa lógica es imprescindible.

El poder explicativo de la selección natural no se limita solamente a la vida sobre este planeta; es la única teoría propuesta hasta la fecha que podría, incluso en principio, explicar la vida sobre cualquier planeta. Si hubiera vida en cualquier otra parte del universo –y mi apuesta provisional es que la hay—, es casi seguro que la base de su existencia vendría dada por alguna versión de la evolución por selección natural. La teoría de Darwin funcionaría igualmente bien por extraña, alienígena y estrambótica que la vida extraterrestre pudiera ser, y mi conjetura a día de hoy es que puede llegar a ser más estrafalaria de lo que podemos llegar a imaginar.

La razón explicativa

Pero ¿qué hace de la selección natural una fuerza tan especial? Una idea potente consigue explicar mucho partiendo de pocos supuestos. Ofrece muchas explicaciones "de peso" gastando poco en supuestos o postulados. Te da un montón de dividendos cognitivos por unidad explicativa. Su razón explicativa –es decir, lo que explica, dividido por lo que necesita suponer para explicarlo—, es grande.

Si algún lector sabe de una idea que disponga de una razón explicativa mayor que la de Darwin, que nos lo haga saber. La gran idea de Darwin explica toda la vida y sus consecuencias, y esto incluye a cualquier cosa que posea un mínimo grado de complejidad. Este es el numerador del quebrado, y es enorme.

Sin embargo, el denominador de la razón explicativa es espectacularmente pequeño y simple: selección natural, la supervivencia no azarosa de los genes en acervos genéticos (para decirlo en términos neodarwinianos, más que en los del propio Darwin).

Se puede condensar la grandiosa idea de Darwin en un sencillo aserto (formulable también en términos actuales, que no son exactamente los de Darwin): "con tiempo suficiente, la supervivencia no azarosa de las entidades hereditarias (que producen copias ocasionalmente defectuosas) generará complejidad, diversidad, belleza y una ilusión de diseño tan convincente, que resultará casi imposible de distinguir de un diseño inteligente intencionado". He puesto entre paréntesis "que producen copias ocasionalmente defectuosas" porque los errores son inevitables en cualquier proceso de copia. No precisamos, pues, incluir las mutaciones entre nuestros supuestos. La "entrada" de mutantes le sale gratis a la teoría. La locución "con tiempo suficiente" tampoco representa el menor problema, salvo para una mente humana que ha de lidiar con la formidable magnitud del tiempo geológico.

Un cierto tipo de mentes

Es precisamente su capacidad para simular la ilusión de diseño lo que parece convertir a la gran idea de Darwin en una amenaza para cierto tipo de mentes. Y es esa misma capacidad la que presenta el mayor obstáculo para su comprensión. La gente es incrédula por naturaleza ante la idea de que algo tan sencillo pueda explicar tanto. La idea que se le impone a cualquier observador ingenuo de la maravillosa complejidad de la vida es que tiene que haber sido diseñada de manera inteligente.

Pero la idea de un diseño inteligente (DI) se halla en el extremo opuesto de lo que debe ser una teoría potente: su razón explicativa es patética. El numerador es el mismo que el de Darwin: todo lo que sabemos sobre la vida y su prodigiosa complejidad. Pero el denominador, lejos de la prístina y minimalista simplicidad de Darwin, es al menos tan grande como el propio numerador: una misteriosa e inexplicada inteligencia, lo suficientemente grande como para poder diseñar toda la complejidad que, de partida, se trataba de explicar.

Puede que aquí radique la respuesta a un enigma que sigue importunando en la historia de las ideas. Luego de la brillante síntesis de la física a que procedió Newton, ¿por qué se tardó cerca de 200 años hasta la entrada en escena de un Darwin? Porque lo cierto es que el logro científico de Newton parece mucho más arduo. Tal vez la respuesta sea que la solución que acabó dando Darwin al misterio de la vida es aparentemente demasiado fácil.

Otros reivindicaron la prioridad de la idea. Patrick Matthew, por ejemplo, en el apéndice a su obra On Naval Timber, según fue puntillosamente reconocido por el propio Darwin en ulteriores ediciones del Origen. Sin embargo, aunque Matthew comprendió el principio de la selección natural, no está nada claro que entendiera su fuerza modeladora de la vida. A diferencia de Darwin y de Alfred Russell Wallace, quien dio en la selección natural por su cuenta, lo que estimuló a Darwin a publicar su teoría, Matthew parece haber entendido la selección como una fuerza puramente negativa, eliminatoria, y no como la fuerza propulsora de toda vida. En realidad, la selección natural le resultaba algo tan obvio, que ni siquiera necesitaba ser descubierto.

Versiones confusas

Aunque es verdad que la teoría de Darwin admite aplicaciones mucho más allá de los confines de la evolución de la vida orgánica, quiero prevenir contra un tipo particular de "darwinismo universal", a saber: contra la acrítica inyección de alguna que otra confusa versión de la selección natural en cualquier ámbito concebible de las ciencias humanas, venga o no venga a cuento.

No es imposible que las empresas "más aptas" sobrevivan en el mercado comercial, ni que las teorías "más aptas" sobrevivan en el mercado científico, pero deberíamos andarnos con mucha cautela antes de dejarnos llevar por este tipo de discursos. Y además, huelga decirlo, hubo el llamado "darwinismo social", que culminó en la obscenidad del hitlerismo.

Menos nocivo, pero no menos infértil intelectualmente, es el modo tan laxo como acrítico con que algunos biólogos aficionados aplican inapropiadamente la selección a determinados niveles de la jerarquía de la vida. "Supervivencia de las especies más aptas, extinción de las especies peor adaptadas" suena, superficialmente, a selección natural, pero las apariencias engañan aquí de todo punto. Como el propio Darwin puso particular empeño en destacar, la selección natural versa sobre los diferenciales de supervivencia en el seno de las especies, no entre ellas.

Termino con una reflexión sobre una parte más sutil del legado de Darwin. Darwin eleva nuestra consciencia al nivel de la vigorosa capacidad de la ciencia para explicar las cosas grandes y complejas a partir de las pequeñas y simples. En biología, anduvimos a ciegas durante siglos, enterquecidos en pensar que la extravagante complejidad de la naturaleza precisa de una explicación extravagantemente complicada. Darwin triunfó de esa engañosa ilusión, y la deshizo.

Quedan pendientes, en física y en cosmología, interrogantes de muy hondo calado que aguardan a su Darwin. ¿Por qué son como son las leyes de la física? ¿Y por qué hay leyes? ¿Por qué hay universo? También aquí es tentador el señuelo del "diseño". Pero contamos con el antecedente de la cautela metodológica de Darwin. Ya hemos pasado por esto. Gracias a Darwin, y por difícil que resulte, nos avilantamos a buscar auténticas explicaciones: explicaciones que expliquen más que sus supuestos de partida.

Richard Dawkins

The Guardian, 9 febrero 2009

Richard Dawkins ocupa la cátedra Charles Simonyi de divulgación pública de la ciencia en la Universidad de Oxford. Su último libro es El espejismo de Dios.

Artículo extraído de:

http://www.kaosenlared.net/noticia/segundo-centenario-tan-importante-darwin

1 comentario:

Anónimo dijo...

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