domingo, 8 de febrero de 2009

Violencia de género: estrategia de dominación


Violencia de género: Estrategia de dominación

Hace unos días, un funesto y afortunadamente escaso golpe de aburrimiento me dejó un sábado frente a la televisión a merced de la programación vespertina. De pronto, apareció Paco Martínez Soria (horreur) con una boina calada hasta las cejas y le dijo a Florinda Chico algo así como: “La culpa la tengo yo. Si la primera vez que me gritaste, te hubiera arreado un bofetón, otro gallo nos habría cantado”. No sé que me asqueó más, si el comentario de marras o la cara de culpabilidad que puso Florinda Chico, como diciendo, “qué razón tienes, marido mío”.

Una vez recuperado del ardor de estómago, reparé en una de las paradojas más deleznables en las que he pensado últimamente: ¿cómo es posible que en una misma cadena de televisión emitan un informativo en el que con lógica reprobación pero con aberrante y morbosa frivolidad den la noticia de un nuevo asesinato por violencia de género, y a las dos horas pasen una película en la cual golpear a tu mujer durante una discusión es algo no sólo normal si no muy recomendable para el buen funcionamiento de la convivencia matrimonial?

Nunca he esperado demasiado de los medios de comunicación que viven de sus audiencias y de la publicidad. Y sé que los temas escabrosos están de moda y que van variando en función de la cantidad de personas a las que consigan escandalizar, desde los secuestros de niños a los ataques de perros peligrosos, aunque el formato de la noticia sea siempre igual: admonitorio, agresivo y amenazador, presentando la nueva e impactante noticia como la pandemia que va a acabar con todos nosotros, aunque a las dos semanas ya nadie se acuerde de qué fue exactamente lo que pasó. La saturación de estas “noticias de impacto” y su rápida sustitución por otro nuevo y lejano horror produce en el espectador un distanciamiento en su percepción del mundo, convirtiendo el sufrimiento ajeno en una metarrealidad fantástica de la que no quiere ser partícipe para gran alivio de su conciencia.

Lo bueno es que donde acaba el negocio de la televisión, empieza el trabajo de las personas: particulares, afectados o no, asociaciones, charlas, libros, denuncias, movimiento social en conjunto y por separado, con el objetivo de concienciar al mundo de una dolorosa realidad que no dura sólo cuatro telediarios y un especial ”Revuélquese en la sangre ajena” en prime time.

En general, cuando un comportamiento social, una norma, un determinado gusto o actitud se plasma en la literatura o en cualquier otra forma de arte, es porque éste está asumido plenamente como algo lógico y normal en el contexto social en le que se desenvuelve dicha manifestación artística. En este país, durante muchos años, mientras otros países asistían a revoluciones culturales y sexuales en los que millones de mujeres tomaban conciencia de su situación y luchaban por su igualdad, se han fomentado unos valores en los que el papel de la mujer se reducía a ser una mera posesión masculina con unas cualidades y atributos que no estaban en una relación de igualdad recíproca con los del hombre. En las últimas décadas, con la instauración en España de una monarquía parlamentaria, que desde luego es un sistema político más cercano a una democracia real que la dictadura militar anterior, y la deconstrucción de los roles sexuales en el entorno de la Europa occidental blanca capitalista, la mujer se ha encaminado hacia su afirmación y su autoconciencia, encontrando un lugar más justo a diferentes niveles sociales personal y colectivamente, pero no así el hombre, que se ha visto desplazado de su autoconcedida posición de privilegio en el contexto de una unidad familiar conservadora católica.

Da la sensación de que, en muchos casos, cierto espectro de edad de la población masculina es incapaz de instrumentar respuestas ante ese rápido cambio de las relaciones de poder que han tenido lugar en el seno de esa tipología familiar tradicional, unida a una resistencia feroz a ver a la mujer como su igual en la construcción de una alteridad productiva que conduzca a un equilibrio más lógico entre sexos, una especie de nuevo orden sexual que desembocara en una sociedad que tenga más en cuenta en una persona lo que sea capaz de hacer que lo que tenga entre las piernas.

David García Ramírez

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